No te atrevas a repetirlo.
Deja de mirarme de esa manera.
¿Acaso eres incapaz de ver lo equivocada que estás sobre mí? ¿Sobre todo?
No quise darme cuenta antes, o quizás es que no me dejaste advertirlo desde un principio, pero mi dependencia hacia ti, me asfixia, me ahoga y me consume hasta el abismo. Es tu mirada de fascinación lo que me hiela el alma, mientras una y otra vez me pregunto qué demonios es lo que puedes querer de mí.
¿Cómo eres capaz de envidiar la vida de un monstruo?
Sí, me has oído bien, un monstruo. No puedes negar que me idolatras sin saber apenas nada sobre mí; me anhelas junto a ti en cada incesante segundo de tu miserable existencia sin considerar el peligro que yo pueda resultarte; incluso, ahora que por fin he hallado el valor para sincerarme, has llegado a gritar mi nombre en sueños en un vano intento de hacerme acudir a ti… pero a pesar de todo, lo que curiosamente más me afecta es la expresión de tu rostro, tus ojos pardos buscando en mí el más mínimo punto de flaqueza por el cual puedas acceder a mi interior.
¿No comprendes que de mí lo único que podrías llegar a obtener no es más que destrucción? ¡Tu propia destrucción!
Esta vez, a diferencia de otras tantas, no tengo la más mínima intención de mentirte. No es por ti, puedo asegurártelo, y aunque te suene a tópico, soy yo, dudo que mi propia naturaleza me permita amar a alguien. No te lo digo para herirte, sino más bien justo lo contrario, prefiero que conozcas la verdad ahora y no cuando ya sea demasiado tarde. Este tiempo me ha permitido conocerte un poco mejor, y creo que ya conozco como piensas y actúas. Olvídame, no es una orden sino un consejo, aléjate de mí antes de que sea demasiado tarde y ya no puedas volver atrás.
¿Por qué sigues empeñada en el dolor?
El dolor que siento al hundirme en tu mirada y al darme cuenta que soy incapaz de darte todo y cuanto mereces, todo cuanto ansías de mí. El dolor que puedo adivinar en tu roce y en tus tristes palabras. Te lo advertí, te dije que llegaría este día, ¿y tú me hiciste caso? ¿Para qué? Te avisé sobre esas palabras, sobre la repercusión que tendrían, pero tú hiciste caso omiso de mis consejos, y mírate ahora…
¿Dónde está la pequeña niña del principio?
La perdiste y ya jamás volverás a recuperarla, ya nunca más volverás a ser la de antes. Todo es culpa de esa maldita frase, su sonido aún me hiere, tu voz susurrándomela una y otra vez… “Te amo”
Por favor, no te atrevas a repetírmelo.
Deja de mirarme de esa manera.
¿Acaso eres incapaz de ver lo equivocada que estás sobre mí? ¿Sobre todo?
No quise darme cuenta antes, o quizás es que no me dejaste advertirlo desde un principio, pero mi dependencia hacia ti, me asfixia, me ahoga y me consume hasta el abismo. Es tu mirada de fascinación lo que me hiela el alma, mientras una y otra vez me pregunto qué demonios es lo que puedes querer de mí.
¿Cómo eres capaz de envidiar la vida de un monstruo?
Sí, me has oído bien, un monstruo. No puedes negar que me idolatras sin saber apenas nada sobre mí; me anhelas junto a ti en cada incesante segundo de tu miserable existencia sin considerar el peligro que yo pueda resultarte; incluso, ahora que por fin he hallado el valor para sincerarme, has llegado a gritar mi nombre en sueños en un vano intento de hacerme acudir a ti… pero a pesar de todo, lo que curiosamente más me afecta es la expresión de tu rostro, tus ojos pardos buscando en mí el más mínimo punto de flaqueza por el cual puedas acceder a mi interior.
¿No comprendes que de mí lo único que podrías llegar a obtener no es más que destrucción? ¡Tu propia destrucción!
Esta vez, a diferencia de otras tantas, no tengo la más mínima intención de mentirte. No es por ti, puedo asegurártelo, y aunque te suene a tópico, soy yo, dudo que mi propia naturaleza me permita amar a alguien. No te lo digo para herirte, sino más bien justo lo contrario, prefiero que conozcas la verdad ahora y no cuando ya sea demasiado tarde. Este tiempo me ha permitido conocerte un poco mejor, y creo que ya conozco como piensas y actúas. Olvídame, no es una orden sino un consejo, aléjate de mí antes de que sea demasiado tarde y ya no puedas volver atrás.
¿Por qué sigues empeñada en el dolor?
El dolor que siento al hundirme en tu mirada y al darme cuenta que soy incapaz de darte todo y cuanto mereces, todo cuanto ansías de mí. El dolor que puedo adivinar en tu roce y en tus tristes palabras. Te lo advertí, te dije que llegaría este día, ¿y tú me hiciste caso? ¿Para qué? Te avisé sobre esas palabras, sobre la repercusión que tendrían, pero tú hiciste caso omiso de mis consejos, y mírate ahora…
¿Dónde está la pequeña niña del principio?
La perdiste y ya jamás volverás a recuperarla, ya nunca más volverás a ser la de antes. Todo es culpa de esa maldita frase, su sonido aún me hiere, tu voz susurrándomela una y otra vez… “Te amo”
Por favor, no te atrevas a repetírmelo.
¡Holaaaa! Tomo nota de los mangas ;) por cierto muy chulo el texto, así que tb te sigo por aquí. El blog que verá la luz este finde es Be literature, no? Te sigo tb por ahí y así me avisa blogger cuando lo tengas listo ;) ¡Un beso!
ResponderEliminar¡Hola! pues creo q metiéndote en configuracion, comentarios, puedes dejar el correo para q lo q comenten te llegue pero de los afiliados no tengo ni idea, la verdad :S
ResponderEliminarCreo que todos somos monstruos. Unos peores que otros. Y siempre tenemos miedo a que nos hagan daño, y al inflingirlo... Y a veces nos odiamos por ello. Por esta dualidad demasiado peligrosa.
ResponderEliminarAmen
ResponderEliminarDios! ya tenia ganas de volverte a leer por la blogosfera :P
ResponderEliminarQue mono!!! Muchas gracias!!
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